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Cuerpo de bomberos – Desafío al peligro (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

La valentía de este compañero me hace reaccionar
y soy yo quien penetra en la nave y subo a una tonga de tanques,
arengando a otros compañeros; rato después se
incorpora un vigilante de la PNR, al pasar unas horas él
me dice que siguiera yo, que él se sentía muy mal,
y se retira. El compañero resultó ser Argelio
Fernández del Toro. Posteriormente conocimos que a la
mañana siguiente había fallecido a consecuencia de
la inhalación de los gases tóxicos emanados del
proceso de combustión de los diversos productos
químicos. Días después, ya en la unidad, me
llama Entrialgo y me pregunta qué me pasaba que casi no le
hablaba, a lo que le contesto que me sentía muy apenado,
porque en los primeros momentos del incendio yo había
vacilado y él, siendo un hombre ya mayor, había
demostrado gran valentía en el combate frente a las
llamas. Me dice: "No te preocupes tanto, que la vacilación
fue el instinto de conservación que sienten los bomberos
en su fase inicial, pero tú tienes condiciones y coraje
para ser de los buenos. Lo que yo hice era mi deber como jefe. El
combate del incendio es como una guerra, el jefe debe dar el
ejemplo guiando a su tropa: si el jefe avanza, la tropa lo sigue;
pero, además, mientras mayor sea el peligro, más
rápido hay que tomar la decisión: avanzas o
retrocedes. Y hay que tener presente que si se va a producir una
catástrofe, el peligro está presente lo mismo
más cerc a que menos próximo al incendio". Esto fue
una gran enseñanza para mis próximas actuaciones.
Testimonio de Rafael Rodríguez Escobar (hijo) Era una
inmensa nave que almacenaba grandes cantidades de productos, en
su mayoría, químicos, así como cientos de
tanques de carburo, insecticidas, botellones de acetileno, gas
licuado, oxígeno y otros. El techo en su totalidad era de
planchas de zinc, razón por la cual, cada vez que
estallaba un botellón de gas licuado o de acetileno, las
cabezas de dichos botellones se convertían en proyectiles
de gran poder, que en su ascenso chocaban con las planchas de
zinc, las desprendían y las empujaban consigo a alturas de
30 -40 metros. Al terminar el ascenso, las planchas de zinc
comenzaban a descender planeando, es decir, se convertían
en gigantes cuchillas, unas balanceándose y otras en
picada, a gran velocidad. Al arribar el carro M1 al objetivo, se
ubicó justo frente a la entrada principal de la nave, la
cual estaba situada al borde de la carretera central y junto al
carro M12. Inmediatamente comenzamos a preparar los tendidos de
mangueras, cosa que resultó bastante peligrosa, ya que
tuvimos que hacer el empate de los tramos bajo la lluvia de
planchas de zinc. En más de una ocasión tuvimos que
soltar los tramos, correr y meternos debajo de los carros de
bomberos para evitar las cuchillas voladoras gigantes. No
olvidaré nunca la valentía del que era jefe de la
Unidad nº 1 de Corrales, compañero José
Ramón Entrialgo Sotolongo, al que cariñosamente
llamábamos El Capitán Blee. Bajo su mando nos
encontrábamos pitoneando un grupo de bomberos (en el
lateral izquierdo de la nave, ya que por la entrada principal no
se podía penetrar por las constantes explosiones), y
llegó un momento en que nos parecía que aquel
inmenso paredón nos iba a caer encima a todos, no
obstante, el Capitán Blee ordenaba: "Un pasito adelante",
como solía decir en situaciones como esta. Todo el grupo
de bomberos nos mantuvimos firmes, ejecutando las órdenes
junto al jefe. En un momento determinado se sucedieron varias
tremendas explosiones al unísono, y entonces el
Capitán Blee ordenó retroceder y, como si lo
hubiera sabido de antemano, tan pronto como retrocedimos con
nuestros pitones, el inmenso paredón se desplomó
junto a nosotros. Nadie resultó herido. Fue a partir de
entonces que pudimos comenzar a penetrar en la inmensa nave y
controlar aquel gigantesco siniestro. La intrepidez y la
valentía de aquel puñado de bomberos llegaron al
punto de que, sin ningún equipo de protección
(máscara antigás o de oxígeno), comenzaron a
avanzar hacia el interior de la nave logrando el control del
siniestro.

En la época de este incendio, el Departamento de
Incendios (así se llamaba entonces) no contaba con equipos
personales de protección, por ello un gran número
de bomberos profesionales y voluntarios fuimos llevados en varias
ocasiones a las ambulancias de la Cruz Roja, para que se nos
suministrara oxígeno. Muchos bomberos participantes en la
extinción de este fuego, posteriormente, estuvimos bajo
tratamiento médico por problemas respiratorios, a causa de
los gases inhalados. Un policía, que había estado
trabajando junto a nosotros durante la extinción,
falleció al día siguiente por la misma causa. Este
Q-103 fue mi "bautizo de fuego", de fuego de verdad. Testimonio
de Francisco Guzmán Figueroa (Chin) Como siempre, en este
hecho se destacaron muchos compañeros en las
difíciles situaciones que se presentaron. Hubo explosiones
en varias partes y los gases tóxicos desprendidos eran muy
intensos. Varios compañeros se intoxicaron y fueron
trasladados hacia los policlínicos, y falleció un
compañero de la PNR. Recuerdo a Durán (Cajetilla),
al que encontré casi asfixiado. A Rafaelito hubo que
trasladarlo para el hospital asfixiado y con gran
inflamación en la vista. Este fuego duró más
de 24 horas. Testimonio de Juan Terry Ferrín, ex chofer
del carro M4 y ex Jefe Nacional de los Bomberos Este incendio se
produce en la Petroquímica del Cotorro, donde se
sucedían explosiones esporádicas y en una de ellas,
del hongo que levantaban las explosiones, salieron unos tanques
de 55 galones y un pedazo de viga de techo de la nave. Me puse a
vigilarlas y venían directamente sobre el M4, al verlos
venir, me introduje debajo del carro, cayendo ambas sobre el M4,
rompiéndole la escalera y provocando abolladuras en su
tanque de agua. Testimonio de Lic. Gabriel Alfonso
Rodríguez En los almacenes de productos químicos
altamente nocivos, ubicados a la entrada del Cotorro, se produjo
un enorme siniestro, cuya extinción peligrosa y compleja
duró varios días. Teníamos algunas caretas,
pero no eran suficientes en el primer momento. Después,
las FAR apoyaron. Era obligatorio mantener poco tiempo a las
dotaciones combatiendo las llamas dentro de los almacenes. Se
relevaban con frecuencia, y los que no requerían
atención médica, tomábamos leche, que no
faltó. Falleció un policía. Fueron varios
días de trabajo y acudieron bomberos de toda la ciudad,
decenas de pipas cisternas con agua de diferentes organismos eran
desviadas y conducidas al siniestro. Testimonio de Francisco
Guzmán Figueroa (Chin) Incendio en el edificio donde se
entregaban las carteras dactilares En ese fuego se estrenó
el compañero Tony Castell, quien en ese momento era
Director de Incendios. El incendio fue de grandes proporciones,
hubo que abandonar el tercer piso por el carro escalera, pero,
como siempre, el incendio se extinguió. Testimonio de
Francisco Guzmán Figueroa (Chin) Incendio en Ciudad
Libertad Los compañeros combatieron con valor dentro de
los aviones destruidos, de las llamas y de las explosiones de los
proyectiles. En este fuego se destacaron los compañeros
Dionisio y Ernesto López. Testimonio de Francisco
Guzmán Figueroa (Chin) Incendio en el ITM, en Marianao
Este fuego fue intenso y muy complicado. En la segunda planta, la
situación era muy difícil debido a las explosiones
de los proyectiles y el humo negro que salía por las
ventanas. Hubo que entrar a rastras para poder ir
controlándolo. Durante la operación, Terry y
Fermín gritaron que había un muerto. Pero
después se encontraron tres cadáveres más,
eran jóvenes estudiantes. En este lugar se combatió
contra las balas, las granadas y cuatro cajas de proyectiles de
120 milímetros, que explotaban. En medio del ajetreo, un
oficial del ITM dijo, gritando: "¡Cuidado con el cohete que
está en el otro cubículo!" Algunos corrieron y
otros no, pero, a pesar de todo, el fuego se pudo controlar.
Testimonios de Bienvenido Caballero, ex chofer carro M1 y ex jefe
de Unidad Incendio y explosión de armamentos y productos
químicos en aulas del ITM donde hubo derrumbes de paredes
y explosión de granadas. La extinción de este
incendio fue muy compleja y ardua, pues había que trabajar
con los carros a distancia y hacer despliegue de las mangueras.
Murieron cuatro alumnas en el lugar. Testimonios de Bienvenido
Caballero, ex chofer carro M1 y ex jefe de Unidad Incendio en un
almacén de papel, tinta y otros productos sito en Pajarito
y Manglar En el año 1963 se produce un incendio en un
almacén de papel, tinta y otros productos sito en Pajarito
y Manglar. Yo era jefe de la Unidad nº 1 y tenía un
carro sin chofer, tomo el carro y voy para dicho incendio pero en
Monte y Rastro había una guagua parada y un carro
atravesado, además venía otra guagua de frente y yo
me impacto contra el carro dañando el carro bomba, pero a
pesar de esto llegué a tiempo y trabajé en el
mismo, fue muy complejo y peligroso por los productos que
allí habían. Testimonios de Bienvenido Caballero,
ex chofer carro M1 y ex jefe de Unidad Incendio en la Planta de
Gas de Melones En la Planta de Gas de Melones se produce un
incendio de grandes proporciones, en el cual los
compañeros que estaban al frente del servicio nos
informaron que era inminente la propagación del fuego y
que, si eran cerradas las llaves de conducción del gas,
podría haber una explosión de dimensiones
insospechables.

Algunos compañeros que estábamos trabajando en
la parte superior de los tanques y tuberías
corríamos el riesgo de volar si explotaban. Aplicamos
abundante cantidad de agua y espuma, logrando enfriarlos, y
entonce s sí se pudo correr las llaves. A pesar del tiempo
transcurrido, aún siento temor al pensar en este hecho.
Testimonios de Bienvenido Caballero, ex chofer carro M1 y ex jefe
de Unidad Incendios de aviones Al aterrizar un avión
soviético, pierde el control y cae fuera de la pista, se
enciende y vamos de inmediato a prestarle servicio. Sólo
hubo dos sobrevivientes, a los cuales rescatamos de entre las
llamas, siendo trasladados al hospital más cercano donde
fallecen después por las quemaduras recibidas.
También se produjo un incendio al caer un avión de
Cubana de Aviación, que despegó y, por una
turbulencia, cae después de la Avenida Boyeros.
Fallecieron todos los que estaban en el avión, pero en
este hecho se corría el peligro de que se incendiaran las
viviendas colindantes, por lo que hubo que trabajar con mucha
intensidad. Testimonios de Bienvenido Caballero, ex chofer carro
M1 y ex jefe de Unidad Incendio en el teatro Amadeo Roldán
El incendio de grandes proporciones que se produjo en el teatro
Amadeo Roldán, fue ocasionado por un individuo celoso con
su pareja. La extinción fue muy compleja, pues el
escenario era de madera y tenía grandes cortinajes. En
este trabajo de extinción tuve un accidente que pudo
costarme la vida, pues al subir por una escalera p ara penetrar
por una ventana, esta se partió y caí,
golpeándome, pero me recuperé y continué mi
trabajo hasta la extinción del fuego. Testimonios de
Bienvenido Caballero, ex chofer carro M1 y ex jefe de Unidad
Incendio en la planta telefónica de Águila y
Dragones El incendio en la planta telefónica de
Águila y Dragones fue muy complejo en sí; pero lo
más dañino fue el humo denso y tóxico que se
respiraba al realizar la evacuación del personal,
éste penetraba a pesar de los equipos antigás. Yo
sufrí una afección respiratoria severa y tuve que
ser hospitalizado. Testimonios de Bienvenido Caballero, ex chofer
carro M1 y ex jefe de Unidad Almacenes de medicamentos Se produjo
un incendio en los almacenes de medicamentos que había en
Rancho Boyeros, llegando a Santiago de las Vegas. Fue necesario
utilizar muchas técnicas, entre ellas, una de espuma, por
lo complejo de la extinción, ya que había muchos
productos químicos. Se trabajó durante varias
horas. Fue muy difícil, hubo que trabajar duro, pues se
corría el riesgo de propagación. Las noticias sobre
riesgos inminentes, que le ponen los pelos de punta a cualquiera,
nos sucedían en lugares con escape de gas tóxico, o
de concentración de gas butano, o en fuegos con sustancias
peligrosas, como el que se produjo en el almacén de
productos químicos de Santiago de las Vegas, donde
había gran cantidad de estos productos. Como el incendio
era tan intenso y no teníamos posibilidades de llegar a la
parte central de los almacenes, además de que en aquellos
momentos teníamos escasos medios técnicos,
ordené que abrieran con mandarria unos huecos en la azotea
para, desde esa posición, atacar por diferentes lugares. A
uno de los compañeros que había trabajado en la
apertura de los huecos, le dio deseos de orinar, y se le
ocurrió la simpática y "brillante" idea de hacerlo
por uno de los que ya estaba abierto, por donde salía una
fuerte columna de humo acompañada de gases calientes. De
pronto vi que aquel muchacho doblaba su cuerpo hacia adelante y
hacia abajo, emitiendo un fuerte grito de dolor y que por poco
cae por el hueco; los compañeros que se encontraban cerca
lo auxiliaron y lo sacaron rápidamente. El asunto es que
el amoniaco le atacó los testículos y le
provocó un inmenso dolor, según nos explicaron
posteriormente los compañeros de la Cruz Roja presentes en
el lugar. Con prontitud fue conducido al hospital y se
restableció rápidamente, pero pasó un gran
susto y mucho dolor en un lugar muy delicado. Testimonio de
Francisco Guzmán Figueroa (Chin) Este fuego fue muy
difícil de controlar, el humo y las llamas no
permitían entrar a las naves. Estando situados sobre el
techo, que estaba muy caliente, a Robertico se le ocurrió
perforar la placa y desde allí combatir el siniestro. La
idea resultó, aunque fue la primera vez que se
empleó esta forma de atacar un fuego. Al día
siguiente se combatió otro fuego del mismo tipo en unos
almacenes en el poblado de Casablanca.

En ese momento, todavía las ropas y las capas de los
bomberos estaban mojadas del fuego anterior, y ninguno tuvo
reparos en ponerse esas ropas y partir a cumplir con su deber.
Fueron muchas las actitudes de coraje de los bomberos,
destacándose entre ellos, Baldoquín (El Loco),
Collazo, Toledo y otros. Testimonio de Humberto Lescaille
Incendios en los 3 Tent Cents El día 15 de marzo de 1960
se origina un incendio de grandes proporciones en la tercera y
cuarta plantas de la tienda por departamentos Ten cent de la
calle Monte. El sabotaje enemigo también incluyó
los Ten Cents de la calle Obispo en la Habana Vieja y de Galiano,
es decir, incendiaron los tres simultáneamente. Esto nos
obligaba a distribuir los medios técnicos entre los tres
lugares. Por esa época existían muy pocos recursos
para extinguir los incendios y los que había se
encontraban en muy mal estado. El 31 de julio de 1960 se produjo
un incendio de grandes proporciones en la tienda La Época,
el cual en pocos minutos se propagó por las tres plantas
del edificio. Este, por tener la característica de ocurrir
en lugar cerrado con poca entrada de oxígeno,
desarrolló elevadas temperaturas y mucha
concentración de humo tóxico, por lo que resultaron
asfixiados más de treinta bomberos, además de otros
que resultaron lesionados y con afectaciones en la vista. Los
compañeros dañados tuvieron que restablecerse en
sus pr opias unidades, ya que se estaban produciendo incendios
por sabotajes y vivíamos bajo amenaza constante de nuevos
fuegos. Como caso relevante de este incendio, les cuento que,
debido a las altas temperaturas de aquel infierno totalmente
cerrado, de pronto se produjo un tiro de aire, e inmediatamente
aparecieron llamas muy fuertes en el tercer piso, las que
acorralaron al bombero Luis Mariano Mancebo, el cual amenazaba
con tirarse desde esta altura, pues no tenía otra
vía de escape. Al percatarse del problema, los
compañeros que trabajaban la extinción por la calle
Galiano, movieron rápidamente el carro escaleras de la
unidad nº 2, rescatándolo con vida. En este incendio
participaron las técnicas de todas las unidades de la
Ciudad de la Habana, las provinci as de la Habana y Matanzas,
incluyendo las de Pedro Betancourt. Incendio de los Ten Cents
Testimonio del mayor Luis Álvarez Valdés, El Chama
Una vez más los bomberos ponen de manifiesto su eficiencia
y heroísmo al localizar y neutralizar entre las llamas el
material inflamable utilizado para promover el incendio de
grandes proporciones ocurrido en los Ten Cents de Monte y de
Obispo, el 15 de mayo de 1961. En este incendio resultó
herido el bombero Narciso O. Fernández. Testimonio de
Humberto Lescaille El 14 de abril del año 1960, al
atardecer, junto al bombero Adán Loó Gómez,
participé en tareas de extinción. También
trabajé con el primer pitón del carro M1,
Ángel Machado. Aquel incendio tenía varios focos a
la vez, con sustancias auto combustible (fósforo vivo),
por lo que se desarrolló y propagó a gran velocidad
lineal. La construcción se fue derrumbando poco a poco.
Carecíamos de suficientes medios extinción y de
sustancias extintoras. Tuvimos la pérdida de un carro
cisterna, el cual fue ubicado de forma incorrecta y le
cayó una pared encima. Testimonios de Juan Terry
Ferrín, ex jefe Nacional de los Bomberos. Otro hecho
importante fue el incendio de La Época, en aquellos
tiempos la contrarrevolución utilizaba el fósforo
vivo por los conductos de aire acondicionado, que cuando se
apagaban al cerrar la tienda, subía la temperatura y
comenzaba el incendio. Comenzó entre las siete y las siete
y media de la tarde. Yo llegué temprano, aquello era un
infierno, subí al tercer piso y las lengüetas de
candela salían por los conductos del aire acondicionado.
Allí estuvimos hasta el otro día por la noche en
que se logró extinguir totalmente. Testimonio del mayor
Luis Álvarez Valdés, El Chama El 14 de abril del
1961 nuevamente los bomberos ponen en tensión sus fuerzas,
frente a la acción enemiga, cuando manos asesinas atentan
contra la tienda por departamentos El Encanto. Esta vez no puede
evitarse el desastre total y, en su lucha histórica por
salvar las propiedades del pueblo, muere la compañera Fe
del Valle. Salimos hacia ese lugar desde la unidad de Regla donde
me encontraba. Hablando de hechos y siniestros de gran magnitud
de aquellos años difíciles, pero de gran
efervescencia revolucionaria, recuerdo a compañeros
valientes y abnegados, como Entrialgo (el viejo Blee), jefe de la
unidad de Corrales, Mario Morán, jefe de la unidad no. 2
Magoon, Raúl Rumbaut, de la escuela, Roberto Agramonte,
Ángel Aragó, Huerta, Labrador, el chofer Postalita,
Furé, Vento, Abelardo Crespo, Félix Alonso, Soto,
Ángel Díaz, Seijas, Barreales, Juan Terry
Ferrín, Estrada, Fermín Díaz Quintana,
Vilabrille, Lescalle, Pampillo, Pablo Torres y muchos otros
hermanos que lucharon a diario contra grandes siniestros. A
todos, mi abrazo de hermano. Incendio en el periódico El
Mundo: Testimonio de Rafael Rodríguez Escobar Por las
características propias de un incendio en una
fábrica de periódicos, este resultó
también de categoría Q – 103 (muy peligroso),
según nuestra clasificación interna para la
magnitud de los fuegos.

Se trataba de rollos de papel en grandes cantidades, tintas,
pinturas, alcoholes y otros productos inflamables. Como sabotaje
al fin, al periódico El Mundo le habían dado
candela por los cuatro costados, o como se solía decir en
aquella época, "un candelazo". Comenzamos a trabajar por
varios puntos y con el carro escaleras E1; a dos bomberos
más y a mí se nos ordenó subir por el carro
escaleras y cruzar hasta una azotea colindante al
periódico, con el pitón listo, para buscar un lugar
por dónde penetrar al edificio. Ya en la azotea
colindante, logramos romper una ventana y penetrar, aunque con
mucho esfuerzo. Para hacerlo, había que cruzar un espacio
entre el borde de la ventana y un tanque metálico, que ya
estaba alcanzando altas temperaturas por las llamas del interior
del local, que era un taller de impresión. Breves minutos
después de haber penetrado, y encontrándonos
pitoneando con mangueras de 2½ (le hace tremenda fuerza al
bombero y es muy pesada para moverla), se produjo una gran
explosión detrás de una puerta, que resultó
ser de un almacén de tintas y líquidos inflamables.
El local se tornó rojo, como un sol muy intenso, y las
lenguas de fuego casi tocaban nuestras caras. Aquello se
convirtió en un verdadero infierno. El espacio que tanto
trabajo nos había costado ganar, parecía que se
había estrechado. Los tres comenzamos a echarnos agua
encima con el neblinero, y continuaban explotando tanques en el
almacén. Aun no tengo bien claro, por lo estrecho del
espacio por donde entramos, cómo pudimos salir, si salimos
uno a uno, o los tres a la vez. ¡Qué sustoooo!
Incendio en el Banco Nacional en construcción (Hoy
hospital Hermanos Ameijeiras) Testimonio del Lic. Gabriel Alfonso
Rodríguez En el incendio de grandes proporciones ocurrido
en el edificio en construcción del Banco Nacional, donde
se encontraban las bóvedas con el dinero del país
—hoy hospital Hermanos Ameijeiras—, en medio de las
difíciles acciones de extinción debido a la altura,
me conmoví cuando al compañero Ángel
Aragó, subiendo mecánicamente el carro escalera, se
le trabó el pie, con peligro para su integridad
física, lo cual nos mantuvo tensos durante el tiempo que
trataban auxiliarlo. Se trabajó duro, se apagó el
fuego y se rescató a Aragó. Testimonio de
Bienvenido Caballero Se produce un incendio en el piso 12 del
actual hospital Hermanos Ameijeiras, en este hecho quedó
atrapado a esa altura en la escalera del carro de bomberos el
compañero Ángel Aragó Delgado (fallecido
ya), cuando intentaba salir del piso, pero se tomaron las medidas
necesarias para evitar un accidente. Testimonio de Humberto Soler
Baldoquín (El Loco Baldoquín) Me encontraba yo con
mi novia en un cine que había por el edificio Focsa cuando
entraron dos ciudadanos y se sentaron detrás de mí,
comentando la clase de fuego que había en la antigua
beneficenc ia, donde se estaba construyendo el edificio del Banco
Nacional. Al oír la conversación, les pregunto
sobre el incendio y le digo a la novia: —China, vete para
la casa, que hay un fuego grande y tengo que acudir. Ella me
indica que yo estaba de franco de servicio, y que estaba vestido
de civil, a lo que yo respondo: —El bombero es bombero,
aunque esté durmiendo en su casa, y mi deber es concurrir
a ese lugar. —Bueno —me dice—, entonces
déjame en la casa, y le digo que no puedo, que se fuera
sola, que yo iba para el incendio. Ella dice: —Chico, si me
dejas plantada, aquí mismo termina nuestra
relación. Si me haces esto de novia, ¡qué me
harás después de casados! —no quiso
comprender que mi deber estaba primero, y ello constituyó
el fin de nuestra relación. Al llegar al siniestro, me
percato de que toda la estructura de madera del edificio
ardía, y me dirijo hacia el carro escalera ya emplazado en
el lugar, tomo un pitón de combate o una línea de
manguera de 2 1/2pulgadas y asciendo al carro escalera,
acompañado de Ángel Aragó Delgado, quien
cubría como mi retenida de manguera. Cerca de una hora
después comienza a cederme la manguera y le digo a
Aragó: "Cobra un poco de manguera para mejorar mi
posición, pues no puedo dominar bien el pitón".
Aragó introduce la pierna por el travesaño lateral
de la escalera para poder recuperarla, pero alguien ordena
allá abajo dar más altura a la misma, y entonces un
pie de Aragó queda atrapado entre los peldaños.
Palidece y me dice: "Ayúdame, Baldoquín, que tengo
atrapado un pie", y estaba a punto de desmayarse. Yo, que apenas
podía sostener el pitón por la presión de
agua, y sin retenida de manguera en toda su extensión,
introduzco una mano por una de las argollas del pitón de
combate, y con la otra, sujeto a Aragó. Después yo
mismo no explicaba cómo, si apenas podía con las
manos dominar el pitón, ahora, ante aquella
situación, sostenía el pitón con el
antebrazo, aferrando la mano a uno de los peldaños de la
escalera, y con la otra sostuve al compañero por tiempo
prolongado, ya que fue necesario acopiar una cantidad de manguera
de oxígeno y acetileno de varios equipos que había
en el lugar, para empatarlos y llegar a todo lo alto de la
escalera, para cortar dos peldaños con la antorcha,
lográndose de este modo el rescate del compañero
que estuvo un año aproximadamente padeciendo por la
lesión.

Por la tensión nerviosa que provocó aquella
situación, desde entonces llamo a este caso "Entre el amor
y el deber". Testimonio Humberto Lescaille El 25 de abril de 1962
se produjo un incendio de grandes proporciones en la estructura
del encofrado de madera del local en construcción del
Banco Nacional de Cuba. Se trataba de un edificio de gran altura,
por lo que fueron muy complejas las labores de extinción.
Se presentaron en el lugar del incendio los comandantes Ernesto
"Che" Guevara y Ramiro Valdés Menéndez. Testimonio
de Francisco Guzmán Figueroa (Chin) El fuego se
desarrolló en los pisos 8 y 18, pero se extendió
hasta el piso 19. En aquella época no existían los
medios para combatir esta clase de incendio por las
características del edificio, su altura, y porque las
escaleras de un piso a otro eran de madera, y se prendían
fácilmente. Con ayuda del winche que utilizaban los
constructores, se subieron los bomberos con las mangueras
disponibles, y luego se subió hasta el piso 17 con el
carro escalera. El compañero Ángel Aragó
combatía el fuego desde el carro, pero uno de los
movimientos de la escalera le atrapó el pie. Duró
más de una hora su rescate, cortando con acetileno los
peldaños que lo atrapaban. Testimonio de Rafael
Rodríguez (Rafaelito) Una noche, el cielo de la Ciudad de
La Habana se iluminó, producto de intensas llamas
provenientes del inmenso edificio en construcción para el
Banco Nacional de Cuba, situado en la intersección de las
calles San Lázaro y Belascoaín. Yo me encontraba
franco, y al ver el cielo rojo desde el balcón de mi casa,
llamé por teléfono a la Pizarra Central de los
Bomberos. Al informarme de lo que estaba sucediendo, me
presenté rápidamente a mi carro, el M1, q ue ya se
encontraba en el lugar. El edificio entero, desde su base hasta
el último piso, se encontraba en llamas. El andamiaje de
madera que lo recubría por los cuatro costados
ardía en su totalidad. En el interior del edificio
había gran cantidad de material inflamable; planchas de
playwood, cartón, pinturas, barnices, etc. Allí,
todo ardía. Los carros bombas, como el B1 "Juan
Abrahantes", con sus chupadores, succionaban directamente desde
el mar, en el Malecón habanero, bombeando agua hacia el
siniestro. Comenzamos a extinguir el incendio desde las primeras
plantas y, empatando tramo a tramo, fuimos subiendo hasta el
último piso. Quemaduras, asfixias, puntillas enterradas en
los pies, golpes por desprendimientos, caídas y otros
accidentes se sucedieron. Yo tuve que ayudar a sacar una puntilla
que le atravesó el pie a un bombero. La puntilla
salió por la parte superior de la bota. Uno de los
momentos más dramáticos durante la extinción
de este incendio se produjo con un accidente ocurrido en el carro
escaleras, que se encontraba emplazado frente por frente al
edificio en llamas, y en la punta de la escalera extendida se
encontraba trabajando con el monitor (pitón fijo en la
punta) el bombero Ángel Aragó Delgado. El mecanismo
para maniobrar la escalera del E1 subía y bajaba de forma
manual, funcionaba mediante unas grandes manivelas que
servían lo mismo para recoger que extender la misma. Por
ser este equipo ya viejo y con mucho desgaste, sucedió lo
inesperado. Una manivela se saltó bruscamente y la
última secc ión de escalera, al bajar, le
trabó con todo su peso los pies al compañero
Aragó, fracturándole los mismos. El inmenso dolor
hizo que Aragó perdiera el conocimiento. Al darnos cuenta
de lo sucedido, un grupo de bomberos subimos para auxiliarlo.
Esta tarea fue ardua y difícil, ya que Aragó era un
hombre bastante corpulento estaba desmayado. La extinción
de este incendio duró desde temprano en la noche hasta
casi el amanecer. Incendio en la Base militar soviética de
Pinar del Río Testimonio de: Francisco Guzmán
Figueroa (Chin) Eran las 8:30 a.m. y yo me encontraba en el
cubículo de la pizarra, cuando se escuchó por la
planta que pedían ayuda. Le dije a Arnau: "Localiza la
llamada", y me dice: "Jefe, es de Pinar del Río, piden
ayuda urgente". Le ordené localizar a Dionisio
López, jefe del Cuartel de Bomberos de Pinar del
Río y no se encontraba, porque ya estaba en el lugar del
siniestro. Supimos que al producirse el incendio los
soviéticos solos no habían podido controlarlo,
fueron al Cuartel de Bomberos de Pinar de Río para
llevarse ellos los carros, pero el jefe de Cuartel se opuso
rotundamente, y decidieron salir inmediatamente para allá
juntos. Sobre las 9:00 a.m. seguían las llamadas por la
planta, entonces decidimos enviar ayuda: el carro de Artemisa, el
de Alquízar y el de Punta Brava, y a las 10:00 a.m. le
dije a Félix Alonso: "Vamos para Pinar del Río".
Félix, que era magnífico chofer y bombero de
experiencia, me contestó: "En una hora y media estamos en
Pinar". En las proximidades del pueblo de Consolación del
Sur empezamos a ver cómo se iluminaba el cielo, y sentimos
las explosiones. Félix pensó que eran fuegos
artificiales. Al no saber exactamente dónde era el
incendio, pasamos por el Cuartel, donde nos informaron que era en
la Base rusa de Cohetes. Al llegar a la distancia de unos 500
metros, nos encontramos soldados rusos armados que solamente
dejaban pasar a los bomberos. Allí estaba el
Capitán San Luis, delegado del MININT en esa provincia, al
cual tampoco dejaban pasar. Le di mi casco de bombero y
entró con nosotros. Fue un trabajo muy difícil,
pues no sabíamos qué se estaba quemando. No
obstante, comenzamos a combatir el fuego de las rampas de
lanzamiento, que era donde más se distinguían las
llamas.

Estando allí nos encontramos con Dionisio, jefe de
bomberos de Pinar del Río que nos comentó:
"¡Esto está del carajo!" Cuando apagábamos
las rampas y otros brotes de incendio, llegaron unos rusos que
querían quitarnos las mangueras y señalaban que
echaran agua en la tierra cercana a las rampas. Entonces
apareció un cubano que era traductor y nos dijo que ese
lugar era el más peligroso y que les hiciéramos
caso, que ellos sabían lo que decían. Este fuego
duró hasta el día siguiente. Cuando amaneció
vimos a Dionisio que estaba herido en una mano, pero ahí,
con todos los bomberos. Esa era la dignidad del jefe, seguir en
el lugar del siniestro hasta el final. Testimonio de Bienvenido
Caballero, ex chofer del carro M1 y ex jefe de Unidad En la base
coheteril de la carretera La Coloma-La Wuatana, km. 8, Pinar del
Río, hubo un incendio con explosión y en este lugar
sucedió lo siguiente: solo podían pasar los
bomberos, pero el jefe de Pinar del Río en este tiempo
Capitán San Luis se puso el equipo de bomberos y
pasó en el carro a la base… ¡qué clase
de hombre! Testimonio de Rafael Rodríguez Escobar Incendio
en carpintería de la calle Zanja Al llegar al incendio en
una carpintería en la calle Zanja, vimos que había
un intenso humo saliendo por todas partes. Luego que el teniente
Soto (Sotico) hizo una inspección al lugar, nos
ordenó al primer pitón Luis Toledo y a mí
que entráramos por la puerta principal y
avanzáramos hasta el foco principal, que supuestamente se
encontraba al fondo de la carpintería. Ya dentro, el humo
comenzó a afectarnos, no se veía ni hostias, como
diría un gallego, y Toledo me indica: "Rafael, pon
neblinero (chorro de agua bien expandido, que crea una cortina
protectora de agua, refrescante para el bombero) y pega la nariz
al pitón, acércala al agua para que puedas
respirar". Se oía el fuerte traqueteo de los materiales
que se encontraban ardiendo potentemente, y no se veía
nada. Ya habían transcurrido varios minutos y Toledo me
dice: "Coge el pitón y no avances más, que voy a
buscar relevo para los dos". Y allí me quedé. Los
minutos comenzaron a transcurrir como siglos, y no venía
nadie a relevarme. La oscuridad y el humo, el traqueteo del fuego
y la tos mía… ¡Me estaba ahogando! Ahí
me asusté y pensé que iba a morir asfixiado. Hasta
llegué a pensar en lo joven que iba a morir (tenía
16 años) y me acordé de mi mamá.
Solté el pitón y comencé a arrastrarme
tratando de encontrar la salida, y solo lograba chocar contra las
paredes. Escuchaba el sonido del agua de la neblina del
pitón, el de las llamas ardiendo y el de mi tos. En un
momento me quedé paralizado, acostado boca abajo y con la
nariz queriendo hacer un hueco en el piso. En ese momento me
acordé de algo que decían los bomberos veteranos:
"Cuando estés perdido en un fuego, sigue la manguera, que
ésta te llevará al carro", y así lo hice. No
sé con qué oxígeno ni con qué fuerzas
comencé a buscar el pitón (a ciegas), hasta que lo
encontré, y comencé a seguir la manguera en
dirección contraria al pitón, hasta que
logré llegar a la puerta principal, al borde de la acera.
Ya en la calle, con los ojos cerrados, continué
arrastrándome y tosiendo (aferrado a la manguera).
Ahí me recogieron mis compañeros. Ese día,
yo salía de franco y no tenía que haberme montado
en el M1, pero quería aprender a ser bombero de verdad.
Realmente ese día aprendí una gran lección:
Cuando estés perdido en un fuego, sigue la manguera.
Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (El Loco
Baldoquín) Incendio en la Maderera de Luyanó Era un
incendio de grandes proporciones, donde las llamas se propagaban
rápidamente hacia el almacén de combustible y
lubricantes. Se produce el temor ante una posible
explosión y comienzan a abandonar sus puestos algunos
compañeros y ciudadanos que combatían a nuestro
lado. Nuevamente recuerdo los consejos del Capi y suelto algunas
voces fuertes, el compañero Francisco Guzmán
Figueroa (Chin) se incorpora junto a mí, y entonces la
tropa avanza hasta controlar y extinguir el incendio. Incendio en
la colchonería Lavín En aquellos tiempos no
parábamos un instante, constantemente se producían
incendios. En esta zona de la calle Infanta tuvimos varios
incidentes, uno en los almacenes de madera y en la
carpintería; otro, al que bautizamos Papel y Tinta; y muy
cerca, una fábrica de fósforos y la
colchonería Lavín. Papel y tinta fue un fuego
interesante, ya que intencionalmente quemaron los almacenes donde
se guardaban las grandes bobinas de papel para producir alguno
periódicos y revistas, y tanques de 55 galones y otros
más pequeños de tintes variados. Lo más
significativo de este incendio era que habíamos echado
tanta agua, que ya nos estaba llegando al pecho, pero por encima
del agua, la tinta y los colorantes flotaban encendidos,
produciendo un bello colorido policromo acompañado de
peligrosas llamas. Recuerdo que con los brazos y manos
apartábamos el fuego, accionándolos a modo de
remos. La candela flotaba por todo aquel mar de agua echada por
nosotros mismos. Producto de la tinta que absorbió mi
cuerpo y que no tenía cómo limpiármela,
recurrí a lavarme todo con un cubo lleno de gasolina y una
estopa, me metí en un estrecho baño que
había en la pizarra de Corrales. Esta friega duró
un buen rato. Aproximadamente una hora después de salir de
la jefatura, un carro patrullero detectó que en el
semáforo de Infanta y Zanja mi auto se encontraba parado
conmigo dentro totalmente inconsciente, recostado al
timón, y no había forma de despertarme. Me llevaron
de urgencia al hospital Calixto García, donde me pusieron
sueros y determinaron que estaba intoxicado con plomo en la
sangre. Poco tiempo después se produce un incendio de gran
intensidad en la colchonería Lavín, Este incendio
se caracterizó por su rapidísima
propagación: todo ardía a la vez y en minutos. Lo
más importante que recuerdo es que me encontraba
explorando el techo, subido en el carro escaleras. Rafaelito
Rodríguez Escobar y otro compañero se encontraban
con una manguera atacando el incendio desde una de las ventanas
que daba a la calle lateral de la colchonería, los dos se
encontraban con una pierna dentro del local en llamas y el resto
del cuerpo fuera. Cuando voy subiendo les advierto que tengan
cuidado, que voy a explorar el techo, que las vigas eran de
madera y que en esos momentos ardían fuertemente.

Me bajé en el techo y logré caminar como quince
metros: ya las llamas afloraban por dos lugares a la vez. Cuando
me disponía a seguir avanzando, veo que cerca de mí
el techo comienza a abrirse poco a poco y a salir humo, y
después fuego intenso a gran velocidad. Raudo y veloz,
corro y doy un salto, me lanzo hacia la escalera que se
encontraba bastante separada de la pared, gritándole a
Rafaelito: "¡Rafa, tírense rápido, que el
techo ya viene abajo, tírense, tírense!" Ya a salvo
en la escalera, vi aquellos dos bultos lanzarse y estrellarse
contra el piso. Pronto vinieron varios compañeros y los
llevaron de urgencia al hospital, donde pasaron varios
días, creo que más de quince, todos golpeados y con
algunas fracturas de huesos. Testimonio de Rafael
Rodríguez Escobar (Rafaelito) Este siniestro se produce en
una fábrica de colchones donde habían abundantes
materias primas inflamables y de rápida combustión:
tela, huata, hilos, tintas, etc. La colchonería estaba
compuesta por una gran nave con paredes de mampostería,
pero las puertas, ventanas y hasta las vigas y viguetas del
techo, que formaban un a gran estructura, eran de madera. Es
decir, todo era madera y material combustible. Al alcanzar el
incendio toda la nave, una temperatura tremendamente alta se
apoderó de ella, comenzando a arder las enormes vigas del
techo. Estas comenzaron a desprenderse, incendiadas, de sus
soportes, y a caer sobre el piso de la fábrica, que se
convirtió en un infierno de telas, huata y maderas
ardiendo. Ya se había desprendido el segundo piso dentro
de la nave. Castillito y yo estábamos subidos en el borde
de una de las grandes ventanas con un pitón del carro M1
echando agua hacia adentro. Nos encontrábamos apoyados en
los marcos verticales de la ventana y sosteniendo entre ambos el
pitón. De pronto sentimos un gran estruendo en lo alto:
una viga inmensa de madera, totalmente en llamas, se había
desprendido de la pared, y una punta de ella venía cayendo
directamente al mismo borde inferior de la ventana donde
estábamos Castillito y yo. Al ver aquello, le grité
a Castillito: "¡Salta!", en el mismo momento en que
él también me decía: "¡Salta!"
Rápidamente miramos al unísono la altura en que nos
encontrábamos en relación con la calle y, sin
pensarlo dos veces, saltamos. La nave era de puntal alto, y la
altura de la ventana era, más o menos, como de un tercer
piso. Si no hubiésemos saltado a la velocidad de un rayo,
yo no estaría haciendo el cuento, nos habría
aplastado aquella enorme viga, o nos hubiese tirado al interior
de la nave, que en ese instante era un infierno en llamas.
Producto de la caída, Castillito se fracturó una
pierna y un pie. Yo, con más suerte, no tuve fracturas,
pero estuve más de quince días de reposo, con los
pies en alto, porque se me hincharon los tobillos como dos
melones. Incendio en el Ministerio de Comercio Exterior (MINCEX)
Testimonio de Rafael Rodríguez Escobar (Rafaelito) El
edificio del Ministerio de Comercio Exterior echaba humo por
todas partes, pero no se veía llama alguna. Se encontraba
cerrado herméticamente y no se podía entrar por
ningún lugar, por las características de su
construcción. El humo continuaba saliendo cada vez
más por las ventanas de las plantas superiores, es decir,
el incendio dentro del edificio continuaba ganando fuerzas con
cada segundo. En la entrada principal, situada por la calle 23
había grandes piezas de grueso y fuerte cristal, colocadas
de forma permanente, que no se abrían y que cubrían
la fachada por los dos lados que conformaban la esquina del
edificio. Es entonces que Robertico — así le
decíamos todos a nuestro jefe— me ordena derribar
con el hacha grande de combate los cristales. Con
múltiples y fuertes golpes, entre varios compañeros
logramos derribarlos uno a uno, produciéndose gran
estruendo en la caída, y desintegrándose al tocar
el suelo. Después de derribar los cristales,
penetró un fuerte golpe de oxígeno,
avivándose intensa y rápidamente las llamas, y
dándonos la posibilidad de localizar los focos del
incendio y combatirlos directamente. Al caer los cristales,
salió un intenso calor de dentro del gran local, y cuando
entramos al lugar, aquello era el puro infierno. El fuego se
había concentrado principalmente en las estanterías
que guardaban documentos, libros contables, y también en
las áreas de archivo. La rápida actuación
evitó que las llamas se propagaran a los pisos superiores
y que se perdieran valiosos documentos. Incendio en un parqueo de
vehículos en La Habana Vieja: me encontraba de recorrido
por la ciudad, mostrándole las unidades de Bomberos a uno
de los Jefes de Bomberos de la República
Democrática Alemana, cuando Pire, nuestro chofer me llama
con urgencia al carro, Robertico, al parecer hay un súper
fuego cerca de la Comandancia de la Policía y el control
de radio solicita que usted se dirija al lugar urgente, ya que
existen complicaciones. Salimos raudos y veloces hacia el lugar.
Al parecer aquel alemán se encontraba un poco asustado.
Cuando llegamos al fuego, ya tenía mi capa casco en mano y
Salí del vehículo a toda marcha, me introduje por
la puerta principal de aquel infierno. Se trataba de un
almacén de varios pisos de altura, que servía de
almacenamiento de autos en la Habana Vieja, donde se
producía un incendio de grandes proporciones. Aquello era
un volcán en erupción, con múltiples carros
explotando, y dos de sus plantas ya se encontraban ardiendo
llenas de automóviles pequeños, creo que su marca
era SAP o algo parecido, con los tanques de combustible que
ardían y explotaban uno tras otro. De pronto, del piso
superior, se escuchan alarmantes gritos pidiendo auxilio; los
gritos partían de los pitoneros que combatían desde
la entrada del local del tercer piso, el incendio. Subí
corriendo a toda velocidad y me informaron los compañeros
que había un hombre atrapado muy cerca de las llamas y de
los autos explotando y que su vida corría peligro. Les
pedí que me indicaran dónde estaba el bombero y les
oriente que me mojaran con agua en neblina, (cortina protectora
de agua refrescante para el bombero) y entré al lugar, lo
localicé por su fuerte y constante tos, cerca de nosotros
exploto un carro y aquello se ilumino como si fuese de
día, el compañero se encontraba recostado a un
auto, en esos instantes el calor era insoportable, puse su brazo
sobre mi hombro y lo fui arrastrando hacia fuera,
protegiéndolo de las llamas y el calor, así lo pude
sacar de aquel infierno, semi asfixiado, tosiendo y vomitando los
dos constantemente, se trataba nada más y nada menos que
del ¨Loco Baldoquín¨. El alemán, que el
traductor y uno de nuestros jefes lo habían llevado cerca
de la zona, donde yo había entrado, cuando me vio salir
con el compañero casi a rastras, tosiendo y vomitando, se
emociono y me decía que los bomberos cubanos eran uno
valientes, que en su país ellos no entraban a los fuegos,
que combatían con Monitores y Pistones desde afuera y
desde los carros escaleras. Después donde quiera que
tenía que hablar o explicar algo sobre el tema de los
bomberos, mencionaba esta forma nuestra de trabajar, elogiando a
nuestros hombres. Testimonio de Humberto Soler Baldoquín
(El Loco Baldoquín) Rescatador rescatado Este fue un
incendio que se produjo en un parqueo de vehículos en La
Habana Vieja, con un enorme volumen de gases tóxicos
producto de la combustión, de allí sacamos al
compañero Francisco Guzmán Figueroa (Chin)
semiinconsciente a consecuencia de la gran cantidad de humo, y
después penetro yo por el mismo lugar para combatir las
llamas y entonces es el jefe de la Dirección,
compañero Roberto Valdés Martínez
(Robertico) quien me rescata a mí, también semi
inconsciente. Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (El
Loco Baldoquín) Dos bomberos en aprietos Se produce un
incendio de grandes proporciones en un gran depósito de
materias primas y rastro de autos en desuso, ubicado en la
continuación de la calle Arroyo, a un costado de las
faldas de Castillo de Atarés. Acudo al lugar
acompañado de un joven bombero recientemente incorporado
bajo mi mando, Rafael Rodríguez Escobar (hijo de un viejo
compañero). Las llamas eran tan intensas que el chorro de
agua con que combatíamos parecía evaporarse antes
de tocar la base de las llamas, seguido de Rafaelito brincamos
una cerca de alambre y nos encaramamos en los techos de los
vehículos que allí estaban; de pronto se produce un
brusco cambio en la dirección del viento y las llamas
avanzan en nuestra dirección, además las altas
temperaturas motivan el incendio de los vehículos donde
estábamos encaramados. Aquella situación se torna
muy difícil para los dos, las llamas nos rodearon, y solo
teníamos una línea de manguera con la que ambos
accionábamos, teniendo que protegernos con el chorro de
agua y a la vez atacar las llamas, protegiendo, además, la
propia línea de manguera.

Retrocedemos hacia la cerca y trato de saltar afuera, pero
quedo enredado en unos alambres de púas, Rafaelito
solicitaba mi apoyo constantemente y yo le contestaba:
"¡Coño!, aguanta un poco, ¿no ves que estoy
trabado y no puedo maniobrar?" Momentos después llegaron
otros carros de apoyo y logramos salir de la situación.
Otro hecho en que pasamos una situación muy difícil
el mismo muchacho y yo fue en el incendio por sabotaje en la
antigua colchonería Lavín, en que nos vimos
atrapados por las llamas y el desplome de una parte de la
edificación y casi nos aplasta una viga que se desplomaba.
Testimonio de Rafael Rodríguez Escobar (Rafaelito)
Incendio en Arroyo y Chamorro
En un lugar cerca de esta
dirección había un inmenso parqueo de autos y otros
medios de transporte. Era un incendio de grandes proporciones por
la cantidad de vehículos allí estacionados, y,
evidentemente, se trataba de un sabotaje, ya que ardían
los carros por las cuatro esquinas y, por tratarse de un sitio
completamente abierto, con el aire batiendo plenamente, era
imposible de atacar por la entrada principal. El jefe del carro
M1, Humberto Soler Baldoquín (El Loco Baldoquín),
hombre de probada valentía, ordenó que
cruzáramos una cerca de alambre que había por la
calle Arroyo, y que era el único lugar por donde
podíamos penetrar con el viento a nuestro favor.
Baldoquín fue el primero en escalar la cerca, y cuando se
disponía a bajar de la misma, se produce una
explosión en uno de los vehículos en llamas que se
encontraba junto a la cerca. En ese preciso momento el aire
comenzó a batir en nuestra contra, por lo que comenzamos a
echar agua con nuestros pitones al compañero
Baldoquín, al que se le había enganchado la capa en
un alambre de la cerca. Fue un momento de gran dramatismo porque
las llamas le daban prácticamente en el rostro. Momentos
de angustia se vivieron, porque a cada momento las llamas lo
castigaban tanto, que su capa comenzó a incendiarse, y
nosotros co ntinuábamos rociándole agua. Felizmente
el aire cambió de dirección y pudimos rescatar a
nuestro valiente Baldoquín, quien, con su sonrisa
habitual, nos dijo: "Por poco se me jode la capa, y no hay otra".
Ese día me percaté de que mi jefe de carro era un
valiente bombero. Testimonio de Humberto Soler Baldoquín
(El Loco Baldoquín) Incendio en el garaje Pelucol En el
garaje Pelucol, ubicado frente a las faldas del Castillo de
Atarés ardía una rastra de cinco mil galones de
gasolina y un tanque vertical de aproximadamente veinticinco mil.
Durante el combate en el tanque, producto de las altas
temperaturas, se deteriora una especie de tapón de su
parte inferior, y las llamas aumentan vertiginosamente. Entonces
alguien grita: "¡Cuidado, que ese tanque va a estallar!", y
se crea el pánico entre muchos de los combatientes. Cuando
veo que algunos abandonan los pitones de combate
trasladándose al exterior de la nave, me vienen a la mente
los consejos y enseñanzas del Capitán Blee sobre el
ejemplo y la conducta del jefe y grito: "¡Coño,
qué pasa, cómo se van a acobardar, esto es nuestro
y hay que salvarlo!" Inmediatamente se incorpora el
compañero Ángel Esquivel Yedra, segundo jefe de
departamento, y dice: "Se las tendrá que ver conmigo el
que abandone su servicio" Entonces nosotros dos avanzamos hacia
el interior con pitones de combate, y el resto de los muchachos
reacciona y se va reincorporando hasta que logramos su total
extinción. Es de señalar que contiguo a ese garaje
había un local que fue de una ferretería y en ese
momento era utilizado por las patrullas de Orden Público
como almacén de armamento y municiones, lo que
constituía un grave peligro. En ese tiempo no
contábamos con FOAM o espuma, producto especial para
apagar incendios en combustibles, por lo que trabajábamos
ese tipo de incendio con neblineros o sprinkler, aumentando el
riesgo para los bomberos actuantes. Incendio en centro de
despacho de combustible Un día voy en el carro de la
Dirección de Incendios por la calle que conduce a la
patrulla de la PNR. y de pronto veo a varias personas que
salían corriendo al medio de la calle y,
simultáneamente, advierto un destello tras del cual se
alzó a gran altura una inmensa llamarada. De inmediato
desvío mi auto hacia el lugar, se trataba de un
servicentro. Coloqué el auto a una distancia prudencial:
una de las bombas de gasolina había comenzado a arder en
el momento que yo pasaba. Con urgencia abrí el maletero de
mi carro donde llevaba varios extintores grandes y medianos,
atacando de frente el incendio hasta su total conclusión.
Algunos de los compañeros presentes me ayudaron y me
pasaban los extintores según se me iban agotando; al
finalizar, aquello parecía una gran fiesta pues la gente
me felicitaba y me elogiaba. Lo que ellos no sabían es que
yo era el Jefe de los Bombero y que, de todas formas, me hubiera
tenido que enfrentar al fuego si se hubiese propagado. Testimonio
de Bienvenido Caballero, ex chofer del carro M1y ex jefe de
Unidad Se produce un incendio en un barco anclado en la
bahía, su labor fue muy compleja, la misma no se pudo
realizar en el lugar que se produjo, teniendo que sacarlo de la
bahía tirado por un remolcador y dejarlo quemar, pues era
imposible su extinción. Otro barco soviético que se
incendió en la bahía si pudo ser extinguido aunque
fue de gran complejidad teniendo que trabajar arduamente, pues
estos incendios son difíciles y peligrosos para la vida.
En otro incendio, que también fue extinguido, murió
un marino soviético por una explosión de gas.
Aquí los bomberos tienen que ser muy diestros, como en
todos los incendios. Durante el incendio en la Planta de
Plásticos de Aldabó, el vice ministro del organismo
al que estaba subordinada esa planta y el jefe de
producción de la misma nos alertaron del súper
peligro que se estaba corriendo en aquel lugar, ya que las
neveras se encontraban cargadas de productos muy
volátiles, algunos de ellos explosivos y ya el incendio
había rajado una de sus paredes. Dentro de una de los
almacenes se encontraba un fuerte cargamento de amoniaco,
según nos informaron aquellos dirigentes. Estas
manifestaciones de alerta que siempre agradecíamos,
llevaban implícito un mensaje tenebroso para nuestros
hombres, quienes, con nervios de acero y valor excepcional, no se
amedrentaban. Siempre nos tocaba la misión de entrar a los
lugares, por peligrosos que estos fuesen. El país se
encontraba en una situación económica
difícil y no nos podíamos dar el lujo de perder
productos, ni aquel barco o aquellas mercancías, materias
primas, combustible, equipos, proyectiles u otros medios
productivos. Había que correr todos los riesgos que se
presentaran, había que entrar y vencer. Así han
sido, y son, nuestros bomberos. Testimonio de Humberto Soler
Baldoquín (El Loco Baldoquín) Fabrica de
Plásticos Aldabo Este es un incendio de gran magnitud que
se produce en una fábrica de plástico del municipio
de Boyeros. Llego al lugar y observo que por una ventana de la
planta alta podía penetrarse hacia el interior, mirando
una posible vía de cortar la propagación de las
llamas en ese sector, consulto al jefe de la Dirección,
Roberto Valdés Martínez, y al segundo jefe de
departamento, Francisco Guzmán Figueroa, pero ambos
desaprueban mi propuesta, señalando la existencia de
temperaturas muy elevadas y la posibilidad de que se desplomara
la placa de la primera planta. A pesar de las advertencias de mis
superiores, persisto en mi idea y busco una vieja escalera de
madera de una fábrica contigua. Me dirijo a una de las
vías de acceso de la técnica de apoyo que
concurría al lugar y solicito una línea de manguera
de 2½ pulgadas con su correspondiente pitón de
combate, instalo la escalera a la ventana de la planta alta y
escalo con el tendido y el pitón de combate hasta
allí, solicitando que me suministraran el agua. La
presión y el peso de la línea de manguera quebraron
la escalera y quedé colgado de la ventana. Las personas
allí agrupadas advierten al mando de mi situación y
llega Chin y me grita: "¡Cabrón, te voy a tener que
meter preso, te dije que no lo hicieras".

Llegó entonces Robertico y me dijo lo mismo, pero yo
seguía colgado de la ventana. A la sazón me ponen
una escalera de extensión, pero, en vez de bajar, penetro
en el interior con mi línea de manguera y, siguiendo
enseñanza de Entrialgo, busco la parte de los elementos de
apoyo y ce rramiento de la construcción del edificio,
tratando de sofocar las llamas. En los minutos posteriores se
produce un gran desplome de la placa de la planta alta, tal y
como lo había previsto Robertico, quedando yo pegado a las
paredes de carga en una situación muy embarazosa. La
planta baja semejaba un enorme horno, casi no podía
moverme del lugar, sostenía mi línea de manguera,
pero sin poder maniobrar. Llegué a pensar: "Ahora
sí me llegó el último momento". Por suerte,
apareció el compañero Bienvenido Caballero Navarro
quien me ayudó a salir de aquella tan peligrosa
situación. Entonces recordé un viejo refrán:
"Quien no oye consejos, no llega a viejo". Incendio en la Planta
de Plásticos de Aldabó Testimonio de Francisco
Guzmán Figueroa (Chin) En ese fuego se utilizó casi
toda la técnica de que disponían los bomberos para
combatir los siniestros. El fuego fue complejo, por las
sustancias que ardían y asfixiaban al personal. El humo y
el aire traían partículas de productos
plásticos, que se clavaban en la cara y en los brazos como
alfileres. Un muro alto cercaba el almacén, un bombero se
trepó con una escalera para combatir el fuego desde ese
sitio, aún en contra de la orden de sus jefes. Debido a
esto se quedó colgado del muro y hubo que traer una
escalera para bajarlo (ese fue el Loco Baldoquín, quien
siempre quería ser el primero en arriesgarse). Barco
cubano Aracelio Iglesias. Me informan desde el control de radio
del Puesto de Mando: Robertico, se está produciendo un
fuego de gran intensidad en un barco carguero de bandera cubana y
el jefe de la unidad actuante reclama su presencia lo antes
posible, el incendio es complejo y de gran intensidad. Mande que
localizaran muy urgente a Chin y al compañero Ángel
Arago y a Félix Alonso. Al llegar al lugar, el jefe de la
unidad, me dio su apreciación sobre la situación
operativa existente, los recursos de apoyo solicitados y las
instrucciones que tenía cada una de las dotaciones de los
carros actuantes. El ambiente se estaba complicando, y de los
diferentes frentes donde se combatía nos llegaban noticias
poco alentadoras sobre el desarrollo del incendio a bordo. Ya
habían llegado bastantes carros pipas y otros de las
diferentes especialidades, además de las bombas American
La France, con el destacado bombero Félix Alonso al
frente, el cual, de inmediato comenzó a preparar servicios
para tomar agua desde el mar. El barco se encontraba bien
cargado, y el incendio, en plena propagación.
Estábamos encima de un volcán que comenzaba su
erupción de forma violenta y éramos bien consientes
del riesgo que corríamos. Me reuní con los jefes
que tenían misiones asignadas y tomamos decisiones
precisas sobre qué hacer en cada zona. De esta
reunión sacamos claro que había que cortar con
soplete la proa y abrir un boquete por la parte del mar. Para
esta tarea localizamos un especialista del barco de inmediato,
para que nos indicara por dónde se podía abrir, de
forma tal que no se lesionara el barco y los bomberos pudiesen
atacar el fuego. Se orientó atacar de inmediato por esa
posición con todos los medios, apoyados por medios
adicionales que estaban llegando, para abrir ese nuevo frente con
el máximo de recursos. Creo que le asigné esa
misión a Chin, valeroso compañero y mi segundo al
mando. También sacamos la conclusión de que
urgentemente teníamos que explorar la parte central del
barco. En ese momento llegaron dos compañeros explicando
que por la parte central se estaban intensificando el calor y el
humo. Les dije que ocuparan los lugares asignados, que yo
exploraría por la zona central. Chin se opuso a que yo
cumpliera esta tarea y se auto propuso, alegando que él
tenía más experiencia y que las bodegas de los
barcos eran extremadamente peligrosas. Entonces Aragó dijo
que no me dejaría entrar solo, que bajaría conmigo.
Yo acepté, alertándolo de que podríamos
tener dificultades. Le dije: "Aragó, si te pasa algo
allá abajo, yo no puedo contigo, tú pesas mucho y
no tendría forma de sacarte de ahí". (Era un gordo
bien pesado. Falleció hace pocos años).
—Jefe, yo iré con usted —me dijo. Todo lo que
estoy contando sucedió en poquísimo tiempo, ya que
en los fuegos el tiempo es quien manda, sobre todo en la
elevación de las temperaturas y en la propagación.
Al final, le dije a otro valeroso bombero, José Manuel Lee
Marrero: —Chino, tú vienes conmigo, busca una soga
fuerte que vamos directo al infierno. Por una puerta lateral de
la parte superior comenzamos a bajar; dentro, un humo constante
caliente ya nos comenzaba a sofocar y molestar. Yo iba delante,
Aragó me seguía muy de cerca y el Chino Lee
detrás de nosotros. Lee traía una gruesa soga
enrollada en el cuello y un hacha de las grandes.
Bajábamos los tres: capa, casco y linterna en mano. Desde
arriba los compañeros nos seguían con chorros de
agua abiertos en forma de cortina para refrescarnos y aliviarnos
del calor, lo que a la vez convertía en más pesada
y peligrosa nuestra bajada. Al llegar abajo nos encontramos una
compuerta de hierro, cerrada con un timón metálico
bastante grande. Fui directo a abrir la compuerta, agarré
el timón con ambas manos y las tuve que retirar a toda
velocidad y con intenso dolor, pues se encontraba súper
hirviendo y me produjo quemaduras instantáneas. Nuevamente
comencé a abrir, pero ahora auxiliado por mi gruesa capa,
a la que tuve que soltar los ganchos de cierre y expandir las dos
partes delanteras para poder, con ella, agarrar el timón.
Al abrir mi capa sentí que me estaba asando, el calor me
penetró al cuerpo intensamente, pero continué y la
pude abrir con facilidad. La compuerta daba a la sala de
máquinas del barco y en ese lugar era precisamente donde
se encontraba el corazón de aquel incendio. De adentro
surgieron intensas lengüetas de fuego, rugiendo y
acompañadas por nubes de humo color rojo-amarillo-naranja
y gris, que sofocaba, además de portar terrible calor.
—Por aquí es la cosa —les dije a Lee y
Aragó, y de inmediato cerré la puerta, ya que el
calor estaba acabando con nosotros. La puerta comenzaba a
doblarse por la temperatura que había en el cuarto de
máquinas. La escalera también se había
pandeado un poco. Mandé a Lee que subiera y le dijera al
puesto de mando que urgentemente enviaran todos los hierros hacia
aquel lugar y que había que atacar por allí, que
era la zona principal. Lee subió y bajó a la
velocidad de un cohete. Con esa puerta ya cerrada, Aragó y
yo nos dirigimos rápidamente a la parte contraria para ver
la zona contigua. Por el otro lugar todo estaba en orden, no
había fuego, entonces decidimos subir para organizar las
fuerzas y el ataque por aquel lugar. Lee me preguntó:
—Jefe, ¿usted se siente bien? —Creo que
sí —le contesté. —Tiene la cara roja
como un tomate maduro y con ampollas —me dijo.
Instintivamente miré a Aragó, para ver si
también estaba colorado.

Efectivamente, estaba súper rojo, pero en ese mismo
instante, dentro de aquel humo abrasador pude ver que el color
rojo comenzó a ligarse con amarillento-blanco, y
Aragó se puso muy pálido y, de pronto, se
desplomó, cayendo al metálico y caliente suelo como
un pesado bulto. Sucedió lo que yo me había
imaginado, Aragó se desmayó ¡en qué
momento y en qué lugar! —Corre, Lee, que si no
andamos rápido nos haremos chicharrón en poquito
tiempo. Grítales a los compañeros lo que ha pasado
y que le avisen a Chin urgente, y refresquen más esta
zona, a ver si logramos subirlo. El Chino Lee, gritando,
explicó la situación a los compañeros que
estaban en la parte superior cubriéndonos con neblina de
agua. De pronto sentimos un fuerte estruendo y más calor
que antes, pero al final nunca supimos qué sucedió.
Chin me gritaba desde arriba que ya estaba allí, y que
tenía más mangueras y agua para bajar y abrir la
puerta. Lee le dijo que primero trataríamos de sacar a
Aragó, pues la escalera se estaba pandeando. Amarramos a
Aragó por las piernas y, con un lazo en la cintura,
pasándolo por debajo de las axilas, se comenzó el
izaje de aquel gordo, que pesaba enormemente y se encontraba
totalmente desmadejado. Chin envió dos bomberos bien
fuertes para que nos ayudaran, Lee iba delante guiando la soga y
empujando con una mano el cuerpo tambaleante para evitar que se
golpeara. Yo me coloqué detrás de Aragó
empujándolo hacia arriba para que pesara menos, lo que me
produjo un fuerte dolor en las palmas de las manos , que al
parecer las tenia bien lastimadas y ampolladas. Me aparté
y di paso a los que llegaron frescos para que lograran elevar el
cuerpo de Aragó; ya que me encontraba totalmente agotado,
el calor insoportable había hecho sus efectos sobre
mí y sobre Lee, quien también se veía
sumamente agotado. Los dos comenzamos a toser fuertemente y yo
vomité dos veces; realmente, llegué a pensar que no
saldríamos vivos de aquel horno a máxima
temperatura. Al fin se logró sacar a Aragó de aquel
dantesco lugar y todos salimos de allí. Los médicos
le pusieron a Aragó algo para que exhalara por la boca y
nariz y lo inyectaron, su cara estaba despellejada, llena de
pequeñas ampollas y de color rojo escarlata: se lo
llevaron de urgencia para un hospital. A Lee y a mí los
médicos nos esperaban con oxígeno, que nos
aplicaron en cuanto salimos, nos echaron una crema o pasta en la
cara, posteriormente los compañeros de aseguramiento nos
dieron un pomo de leche fría a cada uno, que nos
revivió de inmediato. Chin ya había organizado la
extinción por aquel lugar. Yo expliqué en detalle
al compañero que iría al frente del pequeño
grupo la situación de la escalera, la temperatura del
timón y de la compuerta y la dirección principal
del fuego. En la parte delantera del barco, ya se habían
controlado las llamas por el hueco abierto y ahora todo se
concentraba en el cuarto de máquinas. Al rato
comenzó a ceder la temperatura y el humo blanco indicaba
que estábamos venciendo aquel poderoso incendio.
—¡Qué susto pasamos! —dijo Lee en voz
alta a quienes nos acompañaban. Al hacer el recuento, nos
encontrábamos los tres con la cara despellejada y
ampollada, casi no teníamos cejas ni pestañas, yo
tenía quemaduras en las palmas de las manos y los dedos
inflamados y ampollados; Lee, mucha tos, ya que había
perdido un pulmón, producto de los gases y de la soldadura
eléctrica, cuando construimos el primer barco de bomberos,
¨Victimas de la Coubre¨ El fue el soldador principal. Los
tres habíamos pasado el susto del siglo. Testimonio de
Francisco Guzmán Figueroa (Chin) Fuego en el barco Camilo
Cienfuegos y el remolcador en el muelle de la refinería
Ñico López Este fuego se presentó a las doce
del día, el barco estaba prendido por la parte de los
camarotes y las oficinas. El peligro mayor estaba en las bodegas
de combustible, que ya estaban vacías. Si el fuego llegaba
a ese lugar, la explosión hubiera sido terrible, tanto
para los bomberos y los trabajadores que estaban dentro del
barco, como para la refinería. Cuando estábamos
analizando la situación, el compañero Alonso (hijo)
me dice: —Despreocúpese, jefe, que vamos a parar el
Capitolio. Del remolcador murieron tres compañeros, entre
ellos, el capitán. Así fuimos y seremos siempre los
bomberos. Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (El Loco
Baldoquín) La lancha de Guarda fronteras Se produce un
incendio en una lancha artillada de FGF, atracada en los muelles
a un costado de la Alameda de Paula. Llego al lugar, al frente
del carro M-1, en los momentos en que la lancha era desatracada
del espigón para trasladarla fuera de la bahía,
ante el peligro de explosión y propagación de las
llamas hacia otras embarcaciones pesqueras surtas en el
espigón. Ya se alejaban con la lancha y les grito:
"¡Carajo, traigan esa lancha para acá, que es un
medio de nosotros y hay que salvarlo, o meto preso a los
responsables!" Logré que dirigieran nuevamente la lancha
al espigón y, saltando entonces a la cubierta con la
línea de manguera, me introduje en ella. Tras varios
movimientos logré la extinción de las llamas,
salvando la lancha al tomar una rápida decisión.
Testimonio de: Francisco Guzmán Figueroa (Chin) Incendio
en un barco en la Bahía de Matanzas Este barco
traía materiales para la producción de
neumáticos y algunos instrumentos médicos. Al
llegar a los muelles, ya venía con fuego en las bodegas.
Traía mucho humo negro y pocas llamas. Se habló con
el cap itán del barco quien dijo que el material que
contenían las bodegas era tóxico. Se le
pidió el plano de las bodegas y se comenzó la
extinción, pero las horas pasaban y no se sabía
qué estaba ocurriendo dentro, para analizar la estrategia
a seguir. Algunos bajamos amarrados por la cintura, con la
contraseña de que, si dábamos dos tirones a la
soga, tenían que subirnos. En mi caso, quedé
atrapado y, tratando de zafar la soga, la halé varias
veces. Poco faltó para que me partieran por la mitad
tratando de subirme a cubierta. El sargento Martínez se
intoxicó tanto, que después padeció de los
pulmones. En esa etapa, el trabajo de los bomberos se
hacía muy difícil, como en este caso, en que el
jefe de los Muelles quería sacar el barco fuera de la
bahía para hundirlo. Esto provocó una gran
discusión y le hicimos saber que, en estos casos, la
decisión la tomaba la Dirección de Incendios. El
fuego duró 24 horas, pero no hubo necesidad de hundir el
barco. Testimonio del Tte. Coronel, Enrique Mederos García
Incendio en un barco soviético, surto en el Puerto de
Matanzas. Un día del año 1968 a las 14:45 horas, se
recibe el aviso de que un barco de nacionalidad soviética,
surto en el puerto José Luis Dubrog, de Matanzas, cargado
con nitrato de amonio, se encontraba ardie ndo. Al presentarme en
el lugar, como jefe de extinción de incendios en la
provincia, comprobé que la bodega central del barco
combustionaba y de la misma salía una densa columna de
humo y gases altamente tóxicos. Cuando arribamos al
objetivo, la tripulación soviética combatía
heroicamente el siniestro con sus medios y la cisterna contra
incendios de la propia nave, además de quedar muy pocos
marineros, pues la mayoría habían sido evacuados
hacia el hospital provincial por presentar síntomas de
asfixia e intoxicación. La situación era altamente
compleja y existía riesgo de contaminación
ambiental en la ciudad, por lo que tuvimos que proceder a la
evacuación de parte de la población de los barrios
de Versalles y Playa. Las autoridades de la provincia plantearon
que se remolcara la embarcación hacia alta mar, se le
abriera un hueco con autógeno y se hundiera.

Nosotros, de acuerdo con la tripulación del barco y
contando con nuestros medios y los del propio buque, propusimos,
y fue aprobado, que se trabajara en e l lugar hasta la total
extinción del incendio, lo cual se realizó en tres
horas y veinticinco minutos a partir de nuestra llegada. El
resultado final fue de sesenta y cuatro personas asfixiadas
durante las labores de extinción y en las proximidades del
lug ar. Casi al final del trabajo, durante una última
exploración a la bodega afectada, se me agotó el
oxígeno de la careta de respiración, por lo que
tuve que quitármela con urgencia y no logré llegar
afuera por mis medios, siendo rescatado e ingresado
también en el hospital provincial. Testimonios de Juan
Terry Ferrín, ex chofer del carro M4 y ex jefe Nacional de
los Bomberos Un hecho significativo fue un incendio ocurrido en
un barco anclado en la bahía de Matanzas, donde
concurrimos con tres carros de la Ciudad de La Habana. Dicho
barco estaba cargado de nitrato de amonio, producto altamente
explosivo y tóxico, lo que provocó que treinta
hombres de las dotaciones de los carros tuvieran que ser
ingresados con urgencia, por envenenamiento, producto de los
gases de la combustión. Testimonio del Lic. Gabriel
Alfonso Rodríguez Se produce un incendio en un barco
anclado en las inmediaciones de los muelles de Regla, en horas de
la madrugada. Fui para el lugar con el compañero
Ángel Aragó. Como el barco de incendios se demoraba
en arribar, Aragó decide llegar en un bote. Subimos a la
motonave, y con los extintores del barco iniciamos la
extinción. Tomé uno de ellos y cuando lo dirijo a
la llamas, me doy cuenta de que estaba vacío, pues solo
echó aire. Me lanzó una lengua de fuego que me
alcanzó la mano y el brazo izquierdo, produciéndome
quemaduras graves. Me sacaron en el mismo bote y en el jeep de
Aragó fui trasladado al hospital Clínico
Quirúrgico. Cuarenta y cinco años después,
aun conservo en mi mano las huellas de aquellas quemaduras. Otra
vez acudimos a los muelles a extinguir un incendio en un barco de
la Marina, cargado con granadas, proyectiles y otros explosivos.
En medio de gritos para que abandonáramos, y del temor, se
impuso la arrogancia y valentía que caracteriza al
bombero. Pudo ser una catástrofe, recuerdo la
posición de Roberto Valdés, director del DPI, con
los marinos, y su actitud en el enfrentamiento del siniestro, lo
que nos comprometió a todos. En la zona de Tallapiedra,
precisamente muy cerca de donde se produjo el sabotaje al vapor
La Coubre, se produjeron varios incendios en almacenes. Uno de
ellos, en Los Elevados, cerca de la planta generadora de
electricidad. Fue de grandes proporciones, en un lugar lleno de
cajas y sobretodo, de cientos y cientos de tanques de un producto
altamente inflamable, que había llegado con requerimiento
urgente para una producción específica de
máxima prioridad. Al rato de estar combatiendo aquel
incendio, recibo por la planta de radio una llamada apremiante
para que de inmediato, llamara al Palacio Presidencial, al
despacho del presidente. Me dirigí a patrullas y
llamé al número indicado. Me identifico y me ponen
al entonces presidente de la República, compañero
Osvaldo Dorticós Torrado, quien me saluda y me dice:
—Robertico, quiero decirte que esos productos hay que
salvarlos a toda costa, sobre todo, los tanques —y me
explicó lo que contenían. Le contesté:
—Presidente, esto está ardiendo por los cuatro
costados, estamos haciendo lo indecible para salvarlo. Le aseguro
que se hará el máximo esfuerzo. Salgo como alma que
se lleva el diablo hacia el lugar, pensando qué más
podríamos hacer, se me ocurre que en el puerto
podía estar anclado algún barco con medios de
extinción. Urgentemente envié varios jeeps, motos y
carros a toda la zona del puerto, hasta que me avisaron que
había uno bien equipado y que ya lo traían con un
remolcador a toda máquina, con los prácticos del
puerto. Llegaron el barco y la felicidad juntos: en un rato
aquellos chorros de agua de mar dominaron la situación.
Chin dice que el barco era ruso, pero yo estoy convencido que era
japonés, pequeño. Testimonio de: Francisco
Guzmán Figueroa (Chin) Incendio alrededor de los muelles,
frente a la Unidad de Patrullas. Este fuego se produce en un
almacén donde descargaba un buque soviético. Al
llegar al lugar, era muy difícil acercarse al área
del siniestro. El compañero Casuso, quien iba manejando el
carro, al llegar al lugar, me dice: "Jefe, el carro no pasa por
dentro de esas dos columnas"; entonces le contesté: "Pues
tiene que pasar, porque no hay otra entrada". Casuso pasó,
pero dejó parte de los costados del carro. Allí
localizamos al responsable del almacén y me dijo que
él se iba porque esas cajas eran explosivas. Al tratar de
irse lo sujeté por un brazo y le dije: "Coj….., de
aquí no te puedes ir, porque tú eres el que sabe lo
que hay dentro". Hay que destacar que los marineros
soviéticos se batieron exactamente donde estaban los
cajones con explosivos. En el periódico Granma
salió un escrito sobre este incendio. Testimonios de Juan
Terry Ferrín ,ex chofer del carro M4 y ex jefe Nacional de
los Bomberos Un incendio muy violento fue el del patio de bidones
de la refinería Ñico López, donde los
tanques de 55 galones se incendiaban y volaban como si fueran
cohetes, poniendo en peligro la vida de los presentes. Se
logró controlar este incendio después de cuatro
horas de intensa labor. Testimonio del coronel Mario
Álvarez Martínez, actual segundo jefe del Cuerpo de
Bomberos En enero de 1988 se comenzó un proceso de
perfeccionamiento en la Dirección de Prevención y
Extinción de Incendios, que concluyó a los tres
meses aproximadamente, y se logró que, a partir de ese
momento, los bomberos asumiéramos, como nombre, el de la
Dirección General de Protección contra Incendios.
Dentro de esa estructura diseñada fundamentalmente para la
Ciudad de La Habana, me designaron como Jefe de la Sección
de Planificación Operativa y Disposición Combativa
del Departamento de Operaciones, fueron tiempos de trabajo
permanente de lunes a lunes, que indiscutiblemente significaron
un cambio en los métodos y estilos de trabajo, y en cuanto
a la atención constante y sistemática a los
Comandos de la base. Esto representó para mí un
salto cualitativo y cuantitativo de mi gestión como
combatiente del MININT. Iba prácticamente a todos los
fuegos, y entre ellos participé en uno que ocurrió
en el mes de mayo de ese propio año. El tanque No. 43 de
la Refinería Ñico López se encontraba en
reparación, pero ello no implicaba que estuviera limpio de
combustible. Una tarde, como resultado de la utilización
de llama abierta, se incendian los residuos que yacían en
el fondo del tanque.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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